ANSIEDAD
La ansiedad es una respuesta emocional —o conjunto de respuestas— que engloba:
· Estados subjetivos o cognitivos de carácter displacentero.
· Estados corporales o fisiológicos con un alto grado de activación del sistema periférico.
· Estados observables o motores que implican conductas poco ajustadas y adaptadas.
La ansiedad cumple una función muy importante relacionada con la supervivencia, junto con el miedo, la ira, la tristeza y la felicidad.
DESCRIPCIÓN GENERAL
Ante una situación de alerta, el organismo pone en marcha el sistema adrenérgico. Por ejemplo, cuando considera necesario alimentarse, este sistema se activa y envía señales de alarma al sistema nervioso central.
Cuando se detecta una fuente de alimento que requiere actividad física, se liberan adrenalina y reservas energéticas para obtener una ganancia superior a la energía invertida, normalizando así los valores que han disparado esa alerta amarilla. En ese momento, gracias a la adrenalina, el organismo pasa a un estado de alerta roja.
El sistema dopaminérgico también se activa cuando el organismo percibe la posible pérdida de un bien preciado. Aparece entonces la alerta amarilla ante una amenaza potencial; si la amenaza se hace real, lo que se libera es adrenalina.
Desde este punto de vista, la ansiedad es una señal positiva —indicativa de salud— siempre que siga la cadena correlativa alerta amarilla → alerta roja → consecución del objetivo. Si la cadena se rompe con frecuencia, el organismo corre el riesgo de intoxicarse con dopamina u otras catecolaminas.
ANSIEDAD A NIVELES PATOLÓGICOS
Entre los trastornos de ansiedad se encuentran las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico, la agorafobia, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno de ansiedad generalizada y el trastorno de ansiedad social, entre otros.
En el trastorno de ansiedad generalizada, la ansiedad patológica se experimenta como una sensación difusa de angustia o miedo y deseo de huir, sin que la persona identifique claramente el peligro o su causa. Esta ansiedad es resultado de los problemas cotidianos y, sobre todo, de las ideas interiorizadas sobre esos problemas.
ATAQUES DE ANSIEDAD
CONTROLA LA RESPIRACIÓN Y LOS PENSAMIENTOS
Un 10 % de la población ha sufrido alguna vez una crisis de ansiedad y, de ese grupo, la mitad las padece de manera reiterada. Controlar la respiración y los pensamientos es clave para detenerlas.
Ante una situación percibida como amenazante o perturbadora, el organismo puede responder con aumento de la frecuencia cardiaca, presión sanguínea y respiración, elevación del tono muscular y mayor sudoración. Esta respuesta deja de ser normal cuando la intensidad es desproporcionada, bloqueando a la persona: es lo que conocemos como ataque de ansiedad.
Conocer los síntomas es fundamental para controlarlos. Estos episodios aparecen, de media, a partir de los 25 años y son el doble de frecuentes en mujeres. Suelen alcanzar el máximo a los 10 minutos y remitir a los 20-30 minutos. La sensación de asfixia se debe a la respiración rápida y profunda, que introduce exceso de oxígeno. Si los episodios son habituales y sin causa aparente, es necesario consultar al naturópata.
SÍNTOMAS DE ANSIEDAD
Fisiológicos, motores y cognitivos
· Taquicardia (palpitaciones) y pulso rápido.
· Tensión arterial alta. Sudoración fría o caliente. Escalofríos o sofocos.
· Temblores o sacudidas. Tensión muscular. Sensación de opresión en el pecho.
· Sensación subjetiva de ahogo. Hiperventilación e hiperoxigenación.
· Náuseas y molestias abdominales.
· Mareo o sensación de inestabilidad.
· Hormigueo o entumecimiento en manos y pies.
· Agarrotamiento muscular, sobre todo en extremidades.
· Desmayo, pérdida de consciencia e hiperventilación.
· Hiperactividad; movimientos desorganizados y torpes.
· Dificultades de expresión verbal (incluso tartamudeo) o parálisis motora.
· Inseguridad, preocupación y dificultad para tomar decisiones.
· Miedo al descontrol o a “volverse loco”.
· Miedo ante los síntomas, incluso a morir; sensación de sufrir un infarto o asfixia inminente.
· Presagio negativo; percepción de peligro inminente, pánico o catástrofe.
· Aceleración del ritmo cardiaco y/o de la frecuencia respiratoria.
· Sudor no relacionado con calor o esfuerzo.
· Sensación de cansancio o debilidad.
· Dificultad para concentrarse.
· Dificultad para conciliar el sueño.
· Nerviosismo, agitación o tensión.
· Problemas digestivos o gástricos.
· Necesidad imperiosa de evitar las situaciones que generan ansiedad.
RECOMENDACIONES
- Reconocer la sintomatología.
- Ser consciente de que la respuesta de alarma es desproporcionada.
- Autoconvencerse de que no se está padeciendo asfixia ni un infarto.
- Controlar la respiración para reducir la hiperventilación.
- Maniobra de respiración:
- Adoptar una posición cómoda (sentado o de pie).
- Colocar una mano sobre el pecho y otra sobre el abdomen.
- Respirar cada 4-5 segundos (12-15 respiraciones por minuto).
- Inspirar por la nariz dirigiendo el aire a la parte baja de los pulmones (elevar la mano del abdomen y luego la del pecho).
- Retener dos segundos y exhalar suavemente por la boca, dejando que las manos desciendan.
- Repetir hasta lograr relajación.
- Al recuperar el control de la respiración, reforzar los cambios positivos con pensamientos como: “Estoy bien”, “Mi corazón late más despacio”, “Lo estoy superando”.
Muy importante: si se atiende a alguien con este trastorno, captar su atención, explicarle lo que sucede y guiarle en el control de la respiración, destacando su progreso.
Con todo mi cariño,
Fernando Bernal Martín,
Kinesiólogo cuántico.