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Epigenoma y modificaciones epigenéticas: optimiza tu salud

EL EPIGENOMA.


La genómica es uno de los temas de estudio que con más atención estudiamos para mostrárselo a nuestro alumnado en los cursos de formación, presenciales y a distancia, que desde la Escuela Internacional de Kinecuántica ofrecemos. La importancia del genoma y el epigenoma es capital en la práctica de la Kinecuántica y, por ello, al respecto:

“Enseñamos todo lo que sabemos”.

El genoma se adapta al ambiente.

Las modificaciones epigenéticas modifican y condicionan la función génica sin alterar los genes; permiten una buena adaptación al entorno concreto en que se desarrolla y vive cada individuo y, de ese modo, mejoran su adaptabilidad y sus posibilidades de desarrollar una experiencia vital adecuada. En este sentido, influyen factores como las situaciones de estrés, la alimentación, el estilo de vida o las vivencias emocionales. Por ejemplo, se ha visto que la práctica deportiva beneficia al epigenoma de, como mínimo, doce genes diferentes, entre ellos algunos implicados en la función cardíaca, en el metabolismo, en la plasticidad cerebral o en la conducta social o amorosa.

Modificaciones epigenéticas: señales para regular el funcionamiento del genoma

El genoma humano de todos los mamíferos está formado por unos 20 300 genes aproximadamente. Todas las células de un individuo tienen el mismo genoma, es decir, el mismo número y tipo de genes y los mismos alelos —las variantes génicas que llevan pequeñas diferencias en el mensaje de los genes—. Pero no todos los genes funcionan simultáneamente en todas las células ni lo hacen con la misma intensidad: hay variaciones.

Los genes, pues, se expresan solo donde y cuando es necesaria su actividad. Hay genes que se tienen que conectar y desconectar de forma dinámica y precisa para que su célula pueda responder rápidamente a las demandas del entorno. Otros genes, en cambio, tienen que estar permanentemente silenciados o alternativamente activados en algunas células para que estas puedan realizar correctamente su función. Un ejemplo: los genes implicados en la proliferación celular se tienen que desconectar para siempre en las células diferenciadas, que ya no se reproducirán más.

«Las modificaciones del epigenoma no alteran el mensaje que contienen los genes; únicamente regulan su expresión de forma simple y eficiente».

MODIFICACIONES EPIGENÉTICAS.
Hay varios tipos de modificaciones epigenéticas, según dónde se establecen. Algunas se añaden directamente al ADN, normalmente justo antes del inicio de la zona codificante de los genes; en unas secuencias muy concretas de nucleótidos, su función es bloquear completamente la expresión del gen al cual están vinculadas. Así, cuando un gen no se tiene que expresar más en un tipo celular determinado, se metila. En este proceso intervienen varias enzimas que, de forma muy controlada, se encargan de metilar los genes oportunos: las metiltransferasas, cuando actúan en la expresión de ciertos genes.

El resto de modificaciones epigenéticas se añaden a las histonas, que son las proteínas que acompañan al ADN para darle estabilidad estructural, funcional y eficiencia.

«Todas las células disponen de una compleja maquinaria enzimática encargada de añadir y también de eliminar los diversos tipos de modificaciones epigenéticas innecesarias».

Las modificaciones epigenéticas contribuyen a garantizar el buen funcionamiento de los programas genéticos necesarios para cada tipo celular. Esto implica que los errores epigenéticos —es decir, su carencia o exceso— podrían conllevar metilaciones o acetilaciones inadecuadas y ocasionar patologías debidas al funcionamiento anómalo de los genes implicados. Uno de los casos más estudiados es la generación de tumores.

A la vista del conocimiento acumulado al respecto, podríamos asegurar que todos los procesos cancerosos tienen un origen genético, dado que implican genes que se expresan en células en las que no lo tendrían que hacer, como, por ejemplo, los implicados en la proliferación celular en células diferenciadas, o, alternativamente, genes que han quedado silenciados en células en las que se tendrían que mantener activos, como los llamados genes supresores de tumores, cuya función es evitar la aparición de células diferenciadas malignas.

El cáncer no es el único tipo de patologías vinculadas con alteraciones en el epigenoma. También se ha visto que afectan a dolencias neurodegenerativas como el Alzheimer; la esquizofrenia, el estado bipolar, ciertos tipos de depresión; algunas cardiopatías y enfermedades metabólicas, como casos de diabetes de tipo 2 y obesidad mórbida, etc.

Sabemos que los niños que, de pequeños, han sufrido situaciones traumáticas repetidas —como acoso físico, psicológico o sexual— desarrollan modificaciones epigenéticas en algunos genes que, de forma adaptativa, les hacen más resistentes a estas situaciones, pero que, al alcanzar la edad adulta, los hacen hiperreactivos a las situaciones de estrés y propician la manifestación de algunos trastornos cerebrales, como depresión, ira incontenible o agresividad, entre otros. Algunos de los genes que se ha visto que están implicados se relacionan con el cortisol, la vasopresina y la oxitocina, entre otras hormonas y neurohormonas.

Naturalmente, son muy influyentes elementos como la alimentación y el estilo de vida, que con frecuencia conllevan modificaciones epigenéticas. Sabemos que una dieta pobre en alimentos que contengan grupos químicos metilo y acetilo, indispensables para generar las modificaciones epigenéticas necesarias, aumenta la predisposición a sufrir cáncer; o que una dieta pobre en proteínas disminuye la metilación de algunos genes implicados en el metabolismo de los glúcidos, las grasas y las proteínas, y propicia mecanismos inflamatorios; también sabemos que el arroz integral contiene una molécula denominada orizanol gamma, que aumenta la metilación del receptor DRD2 de la dopamina, un neurotransmisor implicado en los sentimientos de recompensa, el aprendizaje y el optimismo, y que, además, regula las modificaciones epigenéticas de genes que se expresan en el núcleo estriado del cerebro, una zona que gestiona la sensación de hambre; esto contribuye a disminuir la obesidad. O que un consumo excesivo de grasas trans promueve modificaciones epigenéticas en genes del metabolismo que incrementan la probabilidad de tener obesidad y diabetes.

En el lado de las buenas noticias, sabemos que algunas dietas equilibradas, como la tradicional mediterránea y la tradicional japonesa, contribuyen a un buen funcionamiento epigenómico y a mejorar la calidad de vida y la vida de las personas.

En el lado opuesto y dañino, sabemos sin lugar a dudas que el tabaco inhibe la acción de la homeostasis, altera las metilaciones de más de 700 genes —entre ellos genes supresores de tumores relacionados con el sistema inmunitario y la detoxificación de sustancias oxidantes—, lo cual explica el incremento de probabilidad de manifestar determinados tipos de cáncer, una mayor susceptibilidad a las infecciones y un envejecimiento más rápido.

También sabemos que otras sustancias adictivas, como el azúcar, la cocaína y el alcohol, modifican el epigenoma de algunos genes relacionados con el funcionamiento cerebral, en aspectos como el sentimiento de recompensa y la generación y la regulación de las emociones, lo que ayuda a explicar los efectos a largo plazo de estas sustancias sobre el carácter y el comportamiento de las personas que las consumen.

En síntesis, y para mencionar dos ejemplos, se ha visto que la práctica deportiva beneficia el epigenoma de como mínimo doce genes diferentes, entre los cuales los hay implicados en la función cardíaca, en el metabolismo e incluso en la plasticidad cerebral. O que el trabajo intelectual contribuye a establecer modificaciones epigenéticas que favorecen la plasticidad cerebral. O que la socialización y la amistad contribuyen a la formación de modificaciones epigenéticas en genes relacionados con la vasopresina, una neurohormona implicada en la gestión de las emociones de miedo y de ira, y en el establecimiento de relaciones sociales empáticas.

«El azúcar refinado, la cocaína y el alcohol modifican el epigenoma de algunos genes relacionados con el funcionamiento cerebral».

Nos dijo Darwin: «La naturaleza es compleja y adaptable». Es en la adaptabilidad donde hay que incluir la función biológica de las modificaciones epigenéticas.

Con todo mi cariño.
Fernando Bernal Martín

Kinesiólogo cuántico.

epigenoma

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