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La suciedad sana

EXPOSICIÓN A LA SUCIEDAD Y CONEXIÓN CON LA NATURALEZA.

Como una de mis anécdotas favoritas, os contaré que hace años, durante mis prácticas como naturópata, me tocó ir a la clínica de un doctor naturista en la ciudad de Granada, en España. La primera paciente que recibimos era una señora que acompañaba a una niña de unos cinco años, vestida como una princesita de cuento de Andersen, impecable, limpísima, perfumada, inapropiadamente bien portada para su edad. El médico, tras hacer algunas preguntas, a la vista de cómo se mostraban la madre y la hija y, como respuesta a por qué la niña enfermaba con tanta frecuencia, le dijo a la señora: “Su hija necesitaría unas vacaciones en una granja, jugando con otros niños, con las gallinas, los conejos, las ovejitas o los cerdos y, de ese modo, su sistema inmune se fortalecería y ella no enfermaría casi nunca”… Naturalmente, esa recomendación no le gustó a la señora, que se marchó muy disgustada de la consulta. Luego, el doctor me explicó las bondades de exponer nuestro organismo al efecto de todo tipo de microorganismos para crear anticuerpos y tener un sistema inmune robusto y eficaz.

En efecto, la mayoría de las personas en los países más modernizados vivimos muy desconectados de la naturaleza y alejadísimos de lo que llamamos suciedad, como si esta fuera la causa de todos nuestros males. En este artículo no voy a hacer una loa a la suciedad, pero sí a que relajemos un poco esa casi paranoica manía de estar y vivir permanentemente inmaculados y, por consiguiente, alejados del contacto necesario con la vida y sus orígenes, que usualmente son microscópicos.

¿Recuerdas lo agradable que resulta caminar descalzo sobre el planeta, sobre la tierra, la hierba, en la playa, en un río, etc.? Nos es tan grato básicamente por efecto de un fenómeno de conductividad con el planeta que regula nuestras cargas bioeléctricas y al que llamamos “toma de tierra”. Este ha sido el modo de vida que, durante millones de años, hasta la invención del calzado y los suelos fabricados, tuvieron nuestros antepasados y que les permitía regular los flujos electromagnéticos en relación con el planeta y, de ese modo, lograr que su carga celular y, por consiguiente, la homeostasis fuera más armónica, eficaz y saludable.

Aunque quizá pienses que la agradable sensación de bienestar se debe simplemente al contacto con la naturaleza, hay una explicación mucho más profunda de por qué se produce. La superficie de la Tierra está cargada negativamente: esto sucede porque la ionosfera, una de las capas de la atmósfera, es ionizada por el sol. Los rayos del sol son tan poderosos que separan las moléculas en dos: una carga positiva y otra negativa. La negativa es transferida a la superficie terrestre y la carga positiva permanece en el espacio. Al entrar en contacto directo con la tierra, sin nada que se interponga en el medio, las cargas negativas pasan a nuestros organismos, actuando como poderosos antioxidantes, y anulan la carga positiva de los radicales libres que poseemos.

Recuerda que la inflamación producida por los radicales libres es una de las principales causas del aumento en la incidencia de las enfermedades degenerativas y del envejecimiento prematuro.

Por más que poseamos naturalmente mecanismos antioxidantes en nuestros organismos, las condiciones del mundo moderno en las cuales vivimos (expuestos al estrés, la radiación por la tecnología, los pesticidas y otros tóxicos ambientales, etc.) hacen que estos mecanismos colapsen y no sean suficientes para mantenernos en equilibrio.

Si pensamos en nuestras rutinas diarias, solemos estar totalmente desconectados de este tipo de flujo de energía directo con la tierra: la mayoría de las suelas del calzado son de goma o plástico, dos de los mayores aislantes eléctricos y bioeléctricos que existen (por algo se utilizan para aislar y forrar los cables eléctricos).

La teoría higienista nos ha llevado, “en aras de la ciencia y la higiene”, a promover un estilo de vida de pulcritud extrema y alejamiento de lo natural y del contacto con el planeta; hasta el aire nos lo representan como nocivo. Yo, desde este artículo, propongo retomar el contacto con nuestra madre tierra, con el aire, el agua, la hierba, la tierra y los microorganismos, con los que mantenemos una relación simbiótica e imprescindible desde el origen de la vida.

Obviamente, es saludable vivir en ambientes limpios y ordenados; conviene limpiar nuestras casas, nuestras ropas y nuestros cuerpos, pero no nos ayuda nada obsesionarnos por la limpieza extrema ni extremar la higiene, incluso, de los alimentos. Por supuesto que es saludable lavar las verduras, las frutas o las hortalizas, pero no es necesario ni eficaz hacerlo sumergiéndolas en agua saturada de lejía. Hay muchos hongos, levaduras, bacterias o mohos que, al ingerirlos, ayudan a repoblar nuestra flora.

Y si te decides por llevar un estilo de vida saludable, puedes probar a ser menos riguroso y nada obsesivo con la limpieza extrema, relajándote un poco, alimentándote con cosas frescas, naturales, poco o nada procesadas, procurando tomar agua de pozo o de manantial y retomando el contacto con el planeta y la “toma de tierra”, cuyos beneficios a corto plazo no son tan evidentes, pero que te ayudan a mejorar tu vida y tu calidad de vida.

Algunos beneficios del contacto con el planeta y la vida sin extremos higiénicos podrían ser:

Disminuye la inflamación celular, se reducen los dolores, se refuerza el sistema inmune, mejora el sueño, aumenta la sensación de bienestar, se restablecen los ritmos circadianos hormonales, se regula el balance entre el sistema simpático y parasimpático, mejorando todos los signos vitales (ritmo respiratorio, presión arterial, frecuencia cardíaca, etc.), reduce el estrés, mejora la cicatrización de heridas, reduce la viscosidad de la sangre, previene las enfermedades cardiovasculares y el envejecimiento prematuro.

Como ves, lo que te recomiendo es algo muy simple y fácil de incorporar a nuestra rutina y, por ello, recomiendo que comencéis a practicarlo siempre que os sea posible; creo que vale la pena.

Un besito.

Fernando Bernal.

Kinesiólogo cuántico.

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